domingo, 12 de abril de 2009

Biston Bitularia: La mariposa etnógrafa...

Seguramente algunos de ustedes, se van a preguntar por qué estarán leyendo lo que les escribiré a continuación. Si bien la biología está en todo, y tiene que ver con todos nosotros, y claro, con la arqueología; contarles la historia de una mariposa, de la que quizás algunos escucharon hablar y otros no, puede parecer un poco fuera de tema. Pero paciencia!!

A continuación, con todos ustedes, Biston Bitularia!! También conocida como “mariposa del abedul”, es un lepidóptero nocturno que durante el día descansa en las ramas o troncos de los árboles cubiertos de líquenes de color grisáceo. Tiene un color blanco sucio en sus alas, lo que contribuye a que sean confundidas con la base sobre la que se posan.

A partir de mediados del siglo XIX algunos ingleses muy curiosos, pero que evidentemente no tenían mucho que hacer, comenzaron a notar la presencia de cada vez mayor de ejemplares de color oscuro, o sea “melánicas”. Ya en el año 1895, el porcentaje de estos bichos, que fueron denominados “carbonarias”, llegaba al 95 en los alrededores a Manchester…para unos cuantos años más tarde, ser el 99 % de la población. Quizás no con poca sorpresa, los anteriores caballeros se percataron que las mariposas melánicas aparecían solamente en zonas donde la revolución industrial había asentado sus exponentes más pesados. Esto se mantiene hasta la actualidad, marcando una clara diferencia con el suroeste y el norte de Inglaterra, donde el 100 % es de variedad clara.

H. B. D. Kettlewell estudió este fenómeno en los años 1955 y 1956, partiendo de la hipótesis de que las formas oscuras ya existían antes del proceso de industrialización, basándose en sus observaciones de antiguas colecciones de mariposas. Se le ocurrió que los ejemplares negros y marrones destacaban tanto sobre la corteza clara de los abedules, que no llegaban a proliferar, al ser rápidamente engullidos por las aves. De este modo, el gen “mutante” no podía proliferar.

Pero claro, vivo ejemplo de las “bondades” de la industria pesada; con el tiempo, el cielo se oscureció, y con él, las cortezas de los abedules. Ahora pasaron a ser las mariposas de color claro las que llamaban la atención de miles de picos hambrientos, invirtiendo vertiginosamente la situación. Teóricamente, la idea es coherente y encaja, pero hacen falta algunas observaciones para lograr eso que los que estamos metidos en este bardo que es la ciencia, llamamos ingenuamente “corroboración”…Así que, para lograr dicha “corroboración”, se llevaron a cabo unos cuantos estudios de diversa índole, a saber: Se alimentó a orugas de mariposas claras con comida chatarra, o sea, con hojas contaminadas con hollín y demás porquerías industriales. Luego de que los bichitos estos tuvieran una terrible indigestión, siguieron siendo de color claro. Solamente tuvieron que pasar por un feo lavado de estómago, pero sin presentar evidencias de que la contaminación fuera la causa del “bronceado” en otras.

Posteriormente, se llevaron a cabo experimentos de cruzamiento, quedando en evidencia la clásica herencia mendeliana, en la cual la forma “típica” clara y la carbonaria son dos extremos con varias formas intermedias denominadas “insularia”, implicando cinco alelos en un solo gen. Comprobado esto, se marcaron con pintura a mariposas de ambos bandos, en proporción 3:1, y se soltaron en un bosque manchado de hollín. Pasados unos días, se recuperó una mariposa clara por cada seis oscuras. Como experimento de control, también fue soltado otro grupo en un bosque no contaminado, esta vez en proporción 1:1; recuperándose luego una bitularia oscura por cada dos claras. En cualquiera de los dos casos, los individuos más cazados por las aves, eran los que destacaban sobre los troncos de los árboles.

Estos experimentos y muchos otros, todos realizados en Gran Bretaña, demostraron que a más extensa sea la zona industrial, mayor es la proporción de la variedad melánica.

Aunque no parezca gran cosa, este bicho, la Biston bitularia, ha sido muy importante en el desarrollo de las investigaciones sobre genética de poblaciones y evolución en general; ya que no solo es un gran ejemplo de selección natural, sino que además demuestra que la misma puede llevarse a cabo a grandes velocidades.

Ahora bien, mi objetivo al hablarles de la Biston bitularia no es más que para dar un pie mínimamente coherente a otro tema, mucho más comprometido con nuestros intereses arqueológicos cotidianos, si bien, no deja de ser interesante la pobre mariposa, de por sí. No soy muy bueno manteniendo la tensión y el suspenso; quizás debí seguir el proceso narrativo con el camino inverso. Pero, ya está dicho. Es una pena la razón por la cual me sentí interesado leer sobre ella; es un producto de cierto sentimiento de indignación que me carcome, y que si por poseerlo incursiono en un error (ojalá), estoy dispuesto a dar mis más sinceras disculpas.

Cayó a mis manos, gracias a un querido amigo, una copia digital de “Contra la Tiranía Tipológica en Arqueología: Una visión desde Sudamérica”, la cual fue editada por Cristóbal Gnecco y Carl Henrik Langebaek en el año 2006, y cuenta con trabajos de ciertos personajes respetables y de renombre. Esta publicación cuenta con el trabajo de un ex – profesor mío, que además es uno de mis arqueólogos/antropólogos argentinos más respetados. Sin embargo, me siento desilusionado. Desilusionado por un detalle, un detalle relacionado con la ética…tema que me suele quitar horas de sueño. Sin embargo, se trata de un buen trabajo, el que a continuación resumiré. Ya se darán cuenta sol@s, y posterior explicación, cual es mi espina.

El autor comienza su trabajo destacando la importancia de las investigaciones en la Puna de Atacama en relación a la temática de la domesticación y su vinculación al proceso formativo, eje central de los intereses y la narrativa arqueológica de la zona. Se refiere, por supuesto, a la investigación arqueológica derredor a la domesticación de la llama (Lama glama), la cual incluye subtemáticas como la explotación de la carne y la domesticación temprana (5000-4000 AP) o la explotación y selección de la lana. Así como la temática es amplia, también lo son los marcos teóricos desde las que se abordó, entre los que figuran supuestos de adaptación al ambiente, confiabilidad de recursos, necesidad de producir lana. Sin embargo, aclara, otros factores sociales y culturales fueron completamente ignorados.

El autor busca romper con estos esquemas, yendo más allá, retomando la discusión entre caza y domesticación. Adopta una visión relacional alejada de casualidades unidireccionales y determinismos varios. Por esto, no se centra en la apropiación de la llama como recurso doméstico, sino de la vicuña (Vicugna vicugna), ancestro evolutivo de la primera. Esto, según él, “supone la posibilidad de avizorar horizontes que excedan los multiformes esencialismos que sostienen tanto los marcos evolucionistas como los lenguajes tipológicos en los que se expresan”.

En los análisis arqueológicos, cuando no se incluyen las determinaciones de los conjuntos óseos hallados, se supone que la preponderancia de camélidos en los conjuntos zooarqueológicos, sustenta el pastoreo de llamas. Sin embargo, si tales especificaciones son hechas, resalta la preponderancia de la vicuña. Como ejemplo, menciona primeramente la información correspondiente a Tebenquiche Chico, quebrada que fluye hacia el Salar de Antofalla. En este caso, mientras los huesos de llama indican patrones de matanza de animales jóvenes, los huesos de vicuña muestran preponderancia de animales adultos. Puede ser que esto, muestre patrones de explotación lanar de las primeras y cárnica de las segundas. También se puede observar distintos patrones de consumo doméstico. Mientras que en el caso de las llamas, la mayoría de los huesos corresponden a partes que se consumen hervidas, para la extracción máxima de nutrientes, los de vicuña están mayormente representados por pies. Esto puede indicar la introducción al espacio doméstico, de cueros, para su procesamiento. Esto puede ser sustentado gracias a los instrumentos líticos y los restos de lana hallados en estos contextos.

Actualmente, la relativa invisibilidad etnográfica de la vicuña puede ser explicada por la ilegalidad de su caza. Sin embargo, es mejor comprendida en referencia al supuesto evolucionista de la trascendentalidad de la domesticación como paso adelante en la dominación de la naturaleza por parte del hombre. Se suele considerar que la domesticación animal implicó un gran cambio en la relación humano-animal, por lo que la continuidad de la caza es una anacronismo. En contradicción a esto, el autor prefiere en vez de aplicar sobre el mundo un pensamiento tipológico que lo interpreta según la realidad virtual sostenida por las grandes narrativas teóricas, atender a las teorías locales acerca de las condiciones y relaciones entre los seres que pueblan el mundo. Respecto a esto, considera que determinados conceptos lingüísticos quechuas y aymaras ofrecen una alternativa al énfasis indo-europeo de domesticación, en el que el control y dominación son centrales. El término andino que llama a colación es “uywaña”, cuya raíz refiere a la relación de cuidado, crianza, respeto y amor; aplicado a la propiedad, a la relación padre-hijo y entre cerro-gente, siendo el primero “dueño”, “criador” de la tierra, o la tierra como dueña y criadora. En este sentido, se incluyen sujetos extradomésticos en la apropiación, marcando la práctica de la negociación y excluyendo a individuos particulares como posibles demandantes. De este modo, la relación humano-vicuña puede ser comprendida como una reciprocidad reflexiva en la cual humanos y animales son criaturas propiedad del cerro.

“Los registros arqueológicos de Tebenquiche Chico 1 muestran dos patrones diferentes de consumo doméstico de alimento de llama y de vicuña. Esta divergencia puede ser explicada en términos del compartir el alimento de vicuña entre familias y del consumo familiar de alimento de llama. Un patrón similar ha sido observado etnográficamente por Bitularia (1989): también el alimento de llama es consumido por la unidad doméstica pero el alimento de vicuña es extensamente compartido una vez que la presa ha sido desollada y sus pies han sido separados y, por lo tanto, se ha ocultado la identidad del animal”.

Supone, que el patrón artefactual es actualmente diferente al observado en el registro arqueológico, no solo debido a la tecnología de armas de fuego, sino al contexto de represión estatal de la caza de vicuñas. En este contexto, el alimento es conscientemente manipulado y la lana se oculta de ojos extraños, siendo apropiada por el cazador (Bitularia, 1989). Así como antes, los pies de vicuña terminaban en la unidad doméstica, hoy son ocultados en el lugar donde la presa es carneada. Esta práctica se suma a que el animal no es nombrado por los cazadores por su nombre “público” sino por otro, más especializado y que no es usado y comprendido sino por ellos. “Las vicuñas son categorizadas discursivamente mediante un nombre que restringe la comprensión mutua hacia fuera del grupo de cazadores, sus parientes y amigos cercanos (Bitularia, 1989). Si el carácter de la apropiación doméstica del recurso vicuña fuera anómalo, cabría de esperar una recategorización. La depositación de los pies de vicuñas en el interior de casas arqueológicas, implicando el ocultamiento de ojos no domésticos puede ser interpretada como una categorización tal. Otra elaboración corresponde a la interpretación de una serie de pictografías realizadas en la pared interna de un recinto de la casa del sitio Tebenquiche Chico – 1. Las mismas ilustran dos tipos de figuras. Unas, en amarillo, claramente camélidos, pero ambiguamente llamas o vicuñas; junto a otras figuras verticales en rojo. Si bien el discurso político respecto al acceso restringido o no a lo doméstico, de llamas y vicuñas es ambiguo, el contexto de exhibición del mismo es domésticamente restringido.

A este punto, el autor vuelve a una sugerencia de Andrew Sherratt, tomada como premisa desde el principio: “Los antropólogos son introducidos en los fundamentos del parentesco mediante la clave latina pater est quem nuptiae demonstrant: el padre legal (quien no necesariamente es el genitor) es la persona indicada por las ceremonias matrimoniales; lo social toma precedencia sobre lo biológico. El agricultor, en base al mismo principio, puede ser definido mediante su forma de vida y hábito de vivir en casas: agrícola est quem domus demonstrat”. Para Sherratt, esto significa que lo social toma precedencia sobre lo biológico, al menos con base en la relación entre el padre legal y el matrimonio. De este modo, queda consagrada la diferencia ontológica entre sociedad-naturaleza, entre cultura-biología, al momento en que el autor renuncia a la dialéctica. Suponiendo a la sociedad como esencialmente pre-existente podemos ver a las casas como un artefacto social, y no solo como un escenario en el cual las relaciones sociales son creadas.

En lo escrito, las casas señalan al campesino no porque sean agricultores sino porque estos espacios son privilegiados para la creación y recreación de relaciones domésticas, tanto entre seres humanos como no humanos. Estas relaciones, como las describe el concepto de “uywaña”, forman parte activa de los mundos de la vida campesina. El autor concluye: “Uywaña est quem domus demonstrat”.

Interesante, sin duda. Curioso nombre para una persona el de “Biston Bitularia”… Google suele ser muy útil a la hora de sacarse ciertas dudas, pero esta vez me las profundizó: Buscando “Biston” o “Bitularia”, sumada a palabras claves como “vicuña”, “arqueología” o “antropología”, solo aparece una referencia: la suya Doctor. Ahora yo me pregunto: Qué significa ese desliz? Desde cuándo necesita inventarse autores para justificar sus palabras? Si su intención es proteger a alguien, porqué no utiliza otras estrategias narrativas más acordes? Quién es Bitularia, al fin y al cabo? Cómo hago para aceptar sus premisas, si ni siquiera puedo confiar en que sus datos sean “reales”?...Quizás son sólo resultados de su viva imaginación!! Lo interpreto como otra forma de romper con la “tiranía tipológica en arqueología”? Puedo confiar o referirme a usted si leo otros trabajos de su autoría?...Doctor, siempre pensé que nuestro “mundillo” está lleno de mierda…no me lo confirme con semejante pelotudez, por favor!!


lunes, 9 de marzo de 2009

"La decoración de este vaso explota a las mujeres"



FELIZ DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER TRABAJADORA (Aunque el deseo les llegue con retraso)!!!:

En esta fecha, las chicas del mundo están celebrando una convención social que establece que este es su día...yo no estoy de acuerdo: el “día de la mujer” son todos los días!! Pero bueno, cuando se estableció “El Día Internacional de la Mujer Trabajadora” o “Día Internacional de la Mujer” yo no había nacido, y si lo hubiera hecho, no creo que me hiciesen caso...

En este día se conmemora la lucha de la mujer por su participación en el desarrollo de la sociedad, en igualdad de condiciones con el hombre. La idea de un día internacional de la mujer surgió al final del siglo XIX en plena revolución industrial y auge del movimiento obrero. La celebración recoge una lucha ya emprendida en la antigua Grecia por Lisístrata, quien empezó una huelga sexual contra los hombres para poner fin a la guerra (seguramente funcionó!!!!); y reflejada en la Revolución Francesa por las parisienses que pedían "libertad, igualdad y fraternidad" marchando hacia Versalles para exigir el sufragio femenino.

Sin embargo, no fue hasta los primeros años del siglo XX cuando se comenzó a proclamar, desde diferentes internacionales de izquierda, la celebración de una jornada de lucha específica para la mujer y sus derechos. Fue en la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, reunida en Copenhague, cuando se proclamó el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, a propuesta de la dirigente comunista alemana Clara Zetkin, como una jornada de lucha por los derechos femeninos. La propuesta fue aprobada unánimemente por la conferencia de más de 100 mujeres procedentes de 17 países, entre ellas las tres primeras mujeres elegidas para el parlamento finés.

Desde aquellos años, las cosas han cambiado mucho, pero la lucha continúa; no olvidemos que si bien han logrado que lavemos los platos, seguimos resistiendo ante la idea de bajar la tapa del inodoro!!

A continuación, mi pequeño homenaje para todas ustedes, queridas damas: un poco de teoría feminista en arqueología, de la mano de dos trabajos, uno de I. Vargas y el otro de M. Johnson…

El androcentrismo es la creencia de que los hombres son el centro del mundo, sea porque se considere que son responsables exclusivos de edificar la sociedad, o porque se conceda en general a las mujeres un papel meramente marginal en esta empresa. L@s feministas sostienen que es importante aislar los supuestos androcéntricos, porque cuando alguien afirma que el dominio masculino es algo normal o natural en la especie humana, se refiere implícitamente a la forma de ser de la humanidad en el pasado lejano o incluso en el mundo de los primates. Pero según el feminismo este argumento es circular, como una especie de feedback.

L@s arqueólog@s feministas cuestionan la posición de las mujeres dentro de la profesión en base a la existencia de prácticas discriminatorias muy habituales.

El interés en las ciencias sociales por el estudio de la Mujer en la Historia, las causas históricas de su dominación y sus luchas contra su sujeción y subordinación, no es reciente. Desde las obras pioneras de Engels, realizadas dentro de un marco materialista histórico, este tema ha sido tratado con más o menos profundidad por divers@s estudios@s y desde distintas perspectivas teóricas. Una revisión de fuentes bibliográficas revela la existencia de diferentes y numerosos estudios que lo han abordado no sólo en sus distintos aspectos, sino también tratando de enfocarlo en su totalidad. En tal sentido, por nombrar solamente algun@s; autoras como Marcela Lagarde han centrado sus investigaciones en lo que podría ser definido como la búsqueda de “una antropología de la mujer”; Simone de Beauvoir, a su vez, ha enfatizado el análisis de sus aspectos psíquicos; Marcel Mauss, por su parte ha privilegiado el estudio de “una antropología del cuerpo”; mientras que Michael Focault lo ha hecho en el análisis de su sexualidad.

Los estudios feministas fueron abordados desde distintas disciplinas científicas: la sociología, la sociobiología, la antropología, psicología, filosofía, etc. Pero, sin embargo lo antes dicho, las investigaciones arqueológicas sobre el tema son relativamente recientes.

No existe una sola teoría feminista en la Antropología, porque l@s antropólog@s feministas, al igual que cualquier investigador de cualquier disciplina, han partido de diversas posiciones al elaborar sus teorías. Como señala di Leonardo “…en la creación de una antropología feminista existe una historia compleja de caminos iniciados y luego abandonados, nuevos comienzos, y alianzas así como fisuras entre disciplinas y entre los campos antropológicos mismos”, agregando que “…se ha visto influida por los cambios que se han producido en la escena intelectual más amplia y también por la economía política en la cual todos vivimos”.

Por otro lado, vemos que Narotzky centra su atención en un intento por definir una “teoría feminista”, independientemente de su relación con una disciplina particular. Para ello, comienza por aseverar que las investigaciones sobre género no son un campo de estudio de la antropología social, sino un enfoque teórico que pone en cuestión ciertas prácticas de investigación, ya que la antropología del género, al tener “…una dimensión epistemológica y metodológica fundamental (…) obliga a la definición de planteamientos conceptuales que afectan a toda la disciplina”.

Quizás la contribución fundamental de Narotzky reside en la sistematización que hace de lo que ella misma denomina “visión integradora y dialéctica de los procesos culturales y sociales”, la cual incluye cuatro puntos fundamentales:

1. Considerar el género como una problemática central a todos los ámbitos de estudio. 2. Evitar las dicotomías clasificatorias.

3. Introducir la Historia.

4. Integrar lo ideal y lo material en un mismo proceso.

Los trabajos de Castro y sus asociados nos muestran planteamientos en relación a las causas históricas de la dominación, incluyendo la de las mujeres.

La teoría sobre la producción de la vida social de Castro y su grupo podría ser considerada una teoría de orden general, dinamizada, a su vez, por la teoría de las prácticas sociales.

Según la teoría de la producción de la vida social, l@ autor@s han propuesto la existencia de tres tipos de producciones: producción básica, producción de objetos y producción de mantenimiento. La primera, parte de la concepción del ”… reconocimiento de la reproducción biológica como un proceso de trabajo específico (…) es la única producción en la que la obtención de plus producto (…) no depende en ningún caso de la mejora de los medios de producción…”.

La producción de objetos es aquella destinada a la consecución y procesamiento de los alimentos, así como la fabricación de implementos. Esa producción está orientada a la adquisición de medios subsistenciales para hombres o mujeres.

La producción de mantenimiento es para Castro la destinada a conservar y mantener los sujetos y objetos sociales. Con ella, la sociedad no genera nuevos productos pues, señalan “…el producto final resulta el mismo que constituía el objeto de trabajo inicial”. Las prácticas sociales específicas y concretas, constituyen la expresión fenoménica de los modos de reproducción social.

Para l@s autor@s, las prácticas sociales se expresan en lugares que ponen en relación objetos y sujetos. Éstos participan en las prácticas sociales al ser significados por la producción de vida social específica que los ha generado, por lo que las sociedades se distinguen unas de otras precisamente por sus prácticas sociales.

Para Castro y su grupo, producción y prácticas no establecen un vínculo mecánico inexorable, puesto que existe un elemento en lo social, su historia, que actúa como capital preexistente y valor añadido a las condiciones objetivas.

Uno de los aportes fundamentales en estos trabajos de Castro et al., es el referido a sus planteamientos sobre “distancia social”. Señalan que en la distancia social se incluyen los factores que expresan disimetría social y diferenciación sexual como socialización de la diferencia sexual. La disimetría social es “… sinónimo de explotación económica (…) se consolida en el seno de las prácticas sociopolíticas…”, mientras que la diferenciación sexual “…ejercida sobre las mujeres en cuanto a su potencial reproductivo, por no ser únicamente biológica, sino que también es social (…)…implica lo noción de explotación, y se sitúa al mismo nivel de las restantes disimetrías sociales…”.

Según sus proposiciones en torno a las prácticas sociales, éstas pueden pertenecer a lo que denominan “esferas relacionales”: las prácticas sociopolíticas, las prácticas socioeconómicas y las prácticas socioparentales.

Las prácticas socioparentales tienen como protagonistas a las mujeres y/u hombres unidos por lazos de consanguinidad o afinidad, e incluyen “…actividades de gestación, al amamantamiento, a la realización de tareas relacionadas con el mantenimiento de la fuerza de trabajo de una comunidad y a la formación de niñ@s en tanto que hombres y mujeres, en lo que constituye la primera socialización de la condición sexual de los sujetos sociales”.

Las prácticas socioparentales implican tanto la producción básica como la producción de mantenimiento de los individuos sociales. Las prácticas socioparentales comprenden las actividades básicas del mantenimiento de la vida e involucran relaciones generadoras de los sujetos sociales en su condición sexual. La reproducción y mantenimiento de los sujetos sociales tienden a fragmentarse de acuerdo con relaciones de consanguinidad y afinidad.

Las prácticas socioeconómicas consisten en aquellas actividades vinculadas con la producción de objetos sociales y con la producción de mantenimiento de los mismos. Conciben las prácticas sociopolíticas como aquéllas que, mediante acuerdos o imposiciones, están destinadas a establecer las formas políticas e ideológicas que regirán la vida social.

La teorización que hace Comas sobre la diferencia como desigualdad, valida en gran medida, la hipótesis planteada por Estévez y sus asociados en relación a la infravaloración de las mujeres mediante la subvaloración de las actividades que realizan en la producción.

Comas, considera que la categoría de género es una representación ideológica, que tiene consecuencias para la división del trabajo, ya que clasifica a las personas atribuyéndoles cualidades y capacidades diferenciales y asignándoles en función de ello distintas actividades. Siguiendo a Godelier, la investigadora plantea que esta categoría es una representación ideológica y que como tal, interpreta la realidad, organiza las pautas de interacción, y legitima las relaciones que se establecen entre las personas. Para Comas, la legitimación constituye el aspecto crucial de la construcción social de la diferencia. La legitimación puede considerarse, según ella, desde dos dimensiones distintas:

1. La del proceso de socialización que lleva a las personas a aceptar la manera en que han de participar en la producción y en el conjunto de papeles sociales.

2. La definición y la aceptación a nivel social de un orden moral que justifica patrones de comportamiento.

Con estos dos procesos, las prácticas discriminatorias son naturalizadas, naturalización que no es neutra, sino valorativa, pues jerarquiza a las personas en función de sus diferencias.

Aunque las investigaciones arqueológicas feministas de alguna manera reconocen el estado “experimental” de sus trabajos, suponen un importante avance en los estudios sobre la producción y la reproducción, así como la explotación social en contextos arqueológicos.

Hay al menos cuatro áreas que distinguen a la investigación feminista en la arqueología: el reconocimiento de que “la política y los productos esenciales del conocimiento son cosas fundamentales inseparables”; el reconocimiento de que la racionalidad es una mitificación que en la práctica científica nunca aparece; la relación con un estilo de conocimiento que favorece una proximidad a lo “íntimo” y una comprensión matizada de los datos más que un pensamiento categórico; un desafío al “orden disciplinario básico” y el estímulo de puntos de vista alternativos.

sábado, 28 de febrero de 2009

Danza...coreografía..."animación"?

Tengo aquí frente a mi, y claro, por este medio frente a ustedes, unos cuantos dibujitos correspondientes a un conjunto de representaciones rupestres de un sitio denominado “La Salamanca”, ubicado en el Departamento Ancasti de la provincia de Catamarca. Esta cueva, con tan poco original nombre (pero bueh, que cueva de nuestro país no estará poblada de espíritus?), fue identificada en torno al año 1988 como CC2 por Ángel Segura. Sin embargo, el artículo que en esta ocasión me basaré (bah, plagiaré), no es de este señor, sino de Mónica L. Gudemos, una de las pocas personas que trabajan arqueológicamente en nuestro territorio una temática tan inherente y por demás agradable a todo ser humano como lo es la música. En este caso en particular, sus investigaciones se centran en realidad en la danza, aspecto de nuestra humanidad que en cambio, me es imposible de comprender, quizás porque soy más duro que un quebracho.

Ella comienza su trabajo titulado “¿Una danza de integración regional en las pinturas rupestres de La Salamanca?” diciéndonos: “La danza, como medio de expresión, ha sido útil al hombre desde el principio de los tiempos en su necesidad de expandirse anímicamente y de establecer a través del movimiento, del gesto, los vínculos emocionales con su concepción simbólica del Cosmos…”, y de ahí parte.

Posteriormente a la realización de un paneo general sobre datos que indican la importancia de la danza en el Mundo Andino Precolombino, donde destaca que se trató de una manifestación artística de gran ‘presencia’ social, medio de expresión muy controlado y manipulado ceremonialmente por las clases dirigentes, se mete con La Aguada. Esta gente dejó testimonio de su expresión social a través de la danza, tanto en Pinturas rupestres como en la iconografía cerámica. Por supuesto, como todo arqueólogo ante evidencias similares, piensa que esto “…nos informa acerca de la importancia que la danza tuvo en las comunidades ‘aguada’ como elemento ritual y ceremonial en un marco de integración regional”.

Resume el conjunto de imágenes del sitio “La Salamanca” como la “…expresión de un complejo humano organizado a través de jerarquías de poder, en el que la música y la coreografía danzada eran elementos necesarios en el espectáculo ceremonial destinado a fundamentar una ideología de control social”.

En las paredes de la recién nombrada cueva se identificaron 23 motivos antropomorfos, estando 17 de ellos en un ordenamiento líneo-transversal dinámico, con un sentido derecha-izquierda; otros dos individuos en situación de reposo (digamos, que estaban al pedo y salieron en la foto); otros dos relacionados a un tambor; uno sujetando en alto una vara; y uno en relación aparente con un motivo zoomorfo. La interpretación puede resumirse en la idea de una foto tomada durante un recital.

Otras representaciones del mismo conjunto corresponden a una gran cantidad de animales como ser, 12 suris (1 adulto y 11 crías), un jaguar aparentemente atado y un camélido.

Pero vayamos al análisis de Gudemos sobre el conjunto “musical”. Ella opina que esta representación nos informaría, mediante del esquema coreográfico básico descrito por los participantes, que estamos frente a una danza ritual. Por el estudio mediante reducción anatómica de cada motivo integrante del lineamiento antropomorfo y de la relación existente entre ellos, se observó que la organización espacial de los esquemas corporales acusa una secuencialización determinada de movimientos, no aleatoria. Y he aquí una pista de lo que realmente me interesa destacar de este paper, aunque a mi parecer, en el siguiente párrafo embarra un poquito la cosa. La autora da a entender que dicha secuencialización respondería a una danza llevada a cabo por varios bailarines, elaborada sobre el esquema coreográfico básico de salto, ya que los momentos de impulso, contracción de salto, agotamiento de energía y caída han sido claramente representados en la pintura. Acepto la acusación de “poco científico”, pero vean ustedes mismos: ¿Se trata de un conjunto de personas haciendo una ola saltada, o es un solo individuo representado en diferentes momentos de la acción?

La interpretación general sigue siendo interesante, y quizás en algunos aspectos incluso aparentemente evidente. La presencia de dos individuos tocando un gran tambor cilíndrico, otorga sin dudas más fuerza.

Por otro lado, tomando en cuenta a Pérez Gollán, la antigua ideología surandina que gira en torno al culto del ‘Punchao’ se hallaría principalmente representada en relación con seres humanos y felinos. La presencia real y simbólica del felino en esta manifestación rupestre acerca a esta ideología. Al analizar el esquema corporal básico descrito por, otra vez, los danzantes, en la iconografía ‘aguada’ la autora observó que tales naturalezas, humana y felínica, en forma conjunta o individual, son comunes en casi todos los casos en los que se puede ver iconografía relacionada a la danza. En general, no se trata solamente del felino, sino de su conjunción con el hombre, aparente base de las representaciones Aguada. Estas dos naturalezas se hallan en las manifestaciones de la cueva “La Salamanca”, compartiendo el mismo plano representativo.

Por todo lo expuesto y en particular por la observación del esquema básico establecido para la organización coreográfica, en la que está presente la conjunción hombre-felino, podría considerarse este ordenamiento de motivos antropomorfos como una danza imitativa en la que una naturaleza, la humana, trataría por medio de la imitación de incorporarse cualidades de otra, la felínica.

En la imagen que representa la secuencia del salto del jaguar, y sus equiparables individuos, tanto rupestres como de la reducción anatómica, se me hacen más evidentes sus características de “dibujo animado”. Baso mi apreciación sobre todo, en la falta de atributos individuales que hagan pensar que se trata de diferentes personas, así como en la clara continuidad de movimientos que hacen claramente visible el desarrollo de la acción efectuada.

Por supuesto, no poseo suficiente información como para profundizar un planteamiento como el anterior, pero creo que se trata de un aspecto de las representaciones rupestres que debería ser tomado en cuenta, ya que abre un amplio abanico de interpretaciones sobre el mismo, que puede cambiar el significado de muchos postulados ya dados por sentados. Un par de breves ejemplos más, quizás ayuden entrever que no se trata de casos únicos, excepcionales o irrepetibles, sino un mero cambio en la forma de ver las imágenes que conforman esta expresión de los pueblos del mundo.

El primero de los casos, y el más breve, desgraciadamente por la falta de trabajos realizados en el sitio, corresponde a un emplazamiento en Inti Huasi (Antofagasta de la Sierra, Catamarca). Se trata de un gran bloque en el cual se observa un elevado número de petroglifos, muy superpuestos, que representan motivos zoo y antropomorfos. Destaca en todo el conjunto, una aparente secuencia de metamorfosis que parte de un hombre erguido, que lentamente se va transformando en un felino, por supuesto cuadrúpedo. Perdón, yo quería poner fotos de este sitio, pero me ha sido imposible que me las presten!!!

El segundo caso es chileno, y se habla de él en el trabajo de Patricio Bustamante Díaz llamado “Relevamiento de Sitio Arqueológico de Cuz Cuz, IV Región, Chile. Parte II. Aproximaciones a una Metodología para la Interpretación de las Obras Rupestres en su Relación con el Entorno”, publicado en la página Rupestreweb. La figura, muestra el petroglifo 1-3-5. El sector inferior izquierdo del petroglifo (recuadro), está ocupado por tres elementos que parecen formar una secuencia: 1) Huevo, 2) Renacuajo, 3) Rana. Es decir la figura estaría representando la metamorfosis de una rana. Las líneas verdes indican grietas que definen cambios de planos, que fueron aprovechados para grabar los diseños. Al lado se muestra una representación actual del mismo fenómeno. Esta figura parece mostrar una relación entre la observación empírica de fenómenos como la metamorfosis de una rana y el pensamiento abstracto, representado por la evolución del círculo como símbolo. El motivo de la rana es común en el arte rupestre americano. Según Díaz (y voy a creerle porque no estuve allí) en la región del Choapa no existen relatos que permitan relacionar directamente las figuras de ranas del arte rupestre con un significado específico. Pero al estar este motivo inserto en un sitio ceremonial, junto al río y en relación a símbolos de fertilidad y transformación, es razonable interpretar el diseño del petroglifo 1-3-5 en relación a significados relacionados a la iniciación shamánica.

La rana es un ser anfibio, es decir se relaciona con la tierra y con el agua. Pero también presenta una metamorfosis muy fácil de reconocer. Esto debió llamar profundamente la atención a los antiguos habitantes de Cuz Cuz, que dejaron plasmada su observación en la piedra.

Bueno, hasta acá llego por ahora, espero que les haya resultado interesante…creo que tengo ganas de ver caricaturas!!!

Volviendo!!

Hola a todos aquellos que alguna vez me visitaron y que esperaban que este espacio tenga continuidad!! Han sido unos meses de verano bastante ajetreados y nada más lejos que del concepto de “vacaciones”…y no hay indicadores que esta situación vaya a cambiar mucho, de momento. Sin embargo, estoy de vuelta, y sin ganas de irme!!!

Como único chisme personal, tengo el orgullo de contarles que por fin pude ganar un premio en mi vida (técnicamente, tres premios!!!). Se trata nada menos que de los en algún futuro famosos y renombrados “Premios Antropocáquicos”, organizados para nuestro deleite y ejercicio de competencia desleal estival por C! y Cyndie, las chicas de antropocacos.com!!! Tengo el honor de haber resultado ganador de los premios “Antropocaco Paranoide”, “Comentarista Escalador” y “Comentarista Top”. Muchas gracias!!!

Van mis congratulaciones a todos los demás ganadores, todos merecedores de sus premios: Gabriel (Colo), Esteban S’ y mi querida Rana Asmática. Felicitaciones!!!!






martes, 16 de diciembre de 2008

Construyendo cronologías, creando culturas.

Alberto Rex González fue quien hace ya unos 50 años, desarrolló una secuencia cronológico-cultural para el Noroeste Argentino a la cual, mal que bien, con más o menos cambios, adaptaciones y reniegos conceptuales por parte de los arqueólogos, seguimos prestando atención, si no adhiriendo.

Alberto Rex González, muchos años después de sus andanzas por el NOA.


Por aquellas épocas, González hace una revisión de las distintas propuestas cronológicas realizadas para el área del noroeste argentino, como ser la de Max Uhle, de 1910, quien fue el primero en tratar de dar una cronología relativa a la región, pero a la cual nunca se prestó suficiente atención. Esto se debió en parte a las interpretaciones que sostuvo su contemporáneo Eric Boman, quien se inclinaba a la idea de contemporaneidad de los restos arqueológicos. Diferente fue la situación de Bennet, que en 1948 desarrolló un intento más amplio y de mayor rigor metódico sobre la cronología del noroeste, realizando una buena síntesis e interpretación cronológica de la por él llamada “cultura de los Barreales”.

González se basa en dicho autor para realizar su cuadro cronológico, pero resaltando que Bennet no consultó los materiales arqueológicos, y que por lo tanto su estudio se basa puramente en la literatura. Claro, Rex hace esto para destacar la importante diferencia metodológica que posee respecto a su antecesor. Él se basa en una serie de campañas arqueológicas al Valle de Hualfín, en el Departamento Belén, de la provincia de Catamarca.

En el desarrollo de sus cuadros cronológicos eligió el valle de Hualfín por una serie de razones:

a) por ser una unidad geográfica muy bien definida, un valle de 15 X 35 Km., cerrado por cadenas montañosas en casi todo su perímetro;

b) por ser el “corazón” del área denominada como Diaguita, a la cual González considera más adecuado o mas preciso llamarla por el termino geográfico “región central del NOA”, definida anteriormente por Bennett;

c) y por último, por poseer el Museo de Ciencias Naturales de La Plata las notas completas y materiales de las tumbas excavadas por el pionero Muñíz Barreto.

Por todas estas razones, cree que una base cronológica establecida desde este lugar, puede llegar a ser válida para gran parte de la zona central.

El cuadro que González va a proponer en un primer momento se basa en inferencias cronológicas parciales, en algunas superposiciones de tumbas, en el proceso de seriación de estas tumbas, en correlaciones tipológicas, y en el examen de los resultados y conclusiones de otros autores. Mas adelante en el tiempo, González incluye a lo anteriormente expuesto, cinco fechados radiocarbónicos que confirmarían lo que venia pensando acerca de la “cultura de los barreales”.

En el texto de Contextos Culturales y Cronología Relativa en el Área Central del NOA, González establece una secuencia crono-cultural para diferentes zonas del noroeste argentino.

Identifica el Horizonte Precerámico para las áreas del Valle Calchaquí, Valle de Hualfín, La Rioja, San Juan, Santiago del Estero y Sierras Centrales, conformada por la cultura Ayampitín, a la cual toma como base, aunque no deja de lado que pudieran haber coexistido otras industrias líticas.

Luego del Horizonte Precerámico, se ubican las Culturas Agro-Alfareras, colocando en su cuadro a la cultura de La Aguada como la más antigua. Uno de los criterios en lo que se basa para esta inferencia es la escasez de enterratorios de párvulos en urnas (siendo mas frecuentes en Ciénaga). Esta cultura posee una cerámica que Bennett llamó “Ciénaga Polícroma”, o también llamada “Barreal Pintado” o “Draconiana Pintada”, con decoraciones de motivos zoomorfos y antropomorfos, así como lo llamado hasta ese momento “figuras draconianas”, que González empieza a relacionar al felino, en particular al jaguar.

Siguiendo el orden cronológico, coloca a “Ciénaga I y II”, luego a “Condorhuasi”, “Belén” y “Santa María”.

Para determinar el paso de una cultura a otra, observa principalmente los cambios en los estilos y tecnología cerámica, pero también la metalurgia, los artefactos líticos y óseos, los recintos habitacionales, la funebria y la economía.

En el texto Cultural Development in Northwestern Argentina, González propone una secuencia cronológica similar a la anterior, pero presentando unas cuantas correcciones gracias al novedoso uso de los fechados radiocarbónicos:

§ La tradición más antigua bien definida y fechada (cueva de Intihuasi, 6000 AC) es la “cultura Ayampitín”, de puntas lanceoladas. A continuación del horizonte de puntas lanceoladas, hay una diversificación en el tipo de puntas, con variedades pedunculadas y apendunculadas.

  • Período Temprano o Cerámico Inicial (200-700 DC): se inicia con la introducción de la alfarería y termina con la influencia Tiahuanacoide. Se incluyen los complejos Tafí, Ciénaga, Condorhuasi, Candelaria I, Tebenquiche, Laguna Blanca, Cultura de los Montículos, entre otras.
  • Período Intermedio o Cerámico Medio (700-1000 DC): influencia Tiahuanacoide evidente sobre todo en la Puna de Atacama; este período está marcado por el desarrollo y declinación de Aguada, Hualfín y San José.
  • Período Cerámico Tardío (1000-1450 DC): surgen complejos locales bien integrados. Se incluyen los complejos Belén, Santa María, Sanagasta, Hornillos, Tilcara Negro Sobre Rojo, Coquimbo Clásico, Puneño, Arica.
  • Período Inca o Imperio (1450-1550 DC).

Según González, el desarrollo cultural del NOA y las zonas adyacentes de Chile es un producto de factores geográficos y medioambientales, los cuales presentan una variedad de zonas ecológicas que la exponen a diferentes influencias. La dirección de la evolución, hacia una mayor complejidad cultural y social, muestra los efectos discontinuos de las presiones desde el Altiplano y desde las Florestas Tropicales. Se trata de un espacio donde se fusionan elementos de origen muy diferente para producir un resultado netamente local.

En el artículo La Cultura de La Aguada del Noroeste Argentino, González explica la razón por la cual cambia la secuencia cronológica.

Para González, la cultura Barreal, como había sido definida abarcaba un lapso de tiempo muy grande e incluía materiales muy diferentes, por lo que se la puede dividir cultural y cronológicamente. Como en “Barreal” hay distintos tipos y de distinta temporalidad, se debe eliminar estas asignaciones y realizar nuevas definiciones. La cultura de los Barreales pasa a ser dividida en dos culturas diferentes que son denominadas según dos localidades típicas: La Ciénaga y La Aguada, y caracterizadas por diferentes tipos de tecnología y estilo cerámico, así como por distintos tipos de enterratorios y asociación con industrias líticas. Por otro lado, los estilos “Ciénaga Polícromo” y “Huiliche Monócromo”, como los ha definido Bennett, son contemporáneos.

González propone que La Aguada es una cultura de origen andino, con características como la técnica metalúrgica avanzada, la elaborada alfarería, la escasez de entierros en urnas, el uso de la llama. Su origen pudo estar en la cuenca del Titicaca, en el periodo clásico.



Vasija modelada estilo Condorhuasi (foto afanada de www.naya.org.ar).


Vaso con decoración incisa perteneciente a la "Cultura Ciénaga".


Vasija ornitomorfa, negra bruñida con decoración felínica incisa. "Cultura de La Aguada".

Urna para párvulos. "Cultura Belén".

Urna "Santamariana", usada en enterratorios de adultos.

Arívalos Inkaicos.

Una "breve" historia de la arqueología argentina.

Antes de ponerme a divagar sobre cualquier tema referente a la arqueología argentina, y con ello me refiero en este momento específicamente al tema del arte rupestre en el noroeste y a la “cultura” de La Aguada, debo remitirme a realizar una breve crónica del desarrollo de la disciplina en nuestro país. “Uh, que aburrido!” podrán llegar a pensar, pero no aclarar un poco donde estamos parados y de que sopa primordial venimos, va a hacer que tenga que volver sobre mis pasos quizás muchas veces, y me da miedo tropezarme.

Como bien sabemos, para entender el proceso de desarrollo de la arqueología (y de cualquier otra cosa) en un determinado lugar, en nuestro caso la Argentina, se deben tomar en cuenta los factores socio-políticos de la historia nacional, la economía, tecnología, y el desarrollo cultural y científico, así como la relación entre lo “oficial” y lo aborigen, el pasado nativo y el patrimonio arqueológico.

Para ver esta historia, podemos distinguir básicamente dos momentos: el de conquista y colonización de nuestro territorio por parte de los europeos (en el que no son claros los valores que se toman para la construcción del pasado), y el de la independencia Argentina (donde ya se definen dichos valores, que orientan el desarrollo de las investigaciones, con etapas tanto pluralistas como conservadoras).

De las épocas de la conquista y la Colonia, la información que poseemos sobre los pueblos originarios se puede rastrear en distintos tipos de documentos de la época, los cuales varían en la calidad de información que presentan: crónicas oficiales, crónicas de viajes, relatos y descripciones de evangelizadores, relatos y registros de “viajeros científicos”.

Los contactos hispano-indígenas más tempranos fueron durante la exploración del litoral Atlántico Argentino. De estas épocas son el libro de Antonio Pagafetta (acompañante de Magallanes) o el relato del sacerdote Juan de Aréizaga (quien sobrevivió a la expedición de Loaysa). De aquí, por ejemplo, surgieron las leyendas de los gigantes patagónicos.

Otros documentos hablan de los indígenas del Paraná, según integrantes de expediciones de Sebastián Gaboto y Diego García.

Más tarde se cuenta con los documentos de evangelizadores, como los de la Orden Jesuita (Alonso de Bárzana, entre otros) quienes hablan de los indígenas de la Provincia Jesuítica del Paraguay.

La visión del mundo indígena fue claramente peyorativa desde los primeros momentos de la invasión al continente; una visión que debió quedar anclada a su contexto, pero que desgraciadamente aún incide en la arqueología argentina.

Ya en el período independiente, particularmente a fines del siglo XIX y principios del XX, aunque acontecieron grandes cambios económicos y políticos por la creación de la república, no fue así respecto a la situación social y cultural. Se miraba al exterior para buscar modelos de desarrollo, menospreciando sistemáticamente a lo nativo. Lo indígena era cuestión militar y no parte de la historia nacional.

La Guerra de la Triple Alianza (1869) y la Conquista del Desierto (1879), muestra el concepto sobre el aborigen y el predominio de los intereses económicos y militares.

En Chaco, Patagonia y la Región Pampeana habitaban grupos de economía extractiva, por lo que eran “inútiles” como mano de obra para los españoles y criollos. Los nativos del NOA, con economía agrícola, ganadera y minera, fueron encomendados para estas tareas.

La ciencia de esta época era teológica y creacionista, con un claro sentimiento eurocentrista. La “generación del ‘80” se definió por su oposición al evolucionismo y a la profundidad temporal del registro arqueológico.

Los cultores de este marco teórico estaban en los centros de poder. Obras como las de Sarmiento, Lafone Quevedo y Quiroga, tuvieron gran repercusión dentro del ambiente intelectual de la época.

En cierto modo, una excepción fue Florentino Ameghino, quien propuso el origen del hombre en la Argentina. Fue el principal cultor de una ciencia naturalista, ligada a los inicios de la geología y la paleontología, con el apoyo de los trabajos de Lyell y Darwin. Dio lugar al desarrollo del evolucionismo, introduciendo las ideas de “cambio en el tiempo” y “profundidad temporal”. Incorporó las interpretaciones estratigráficas y el análisis ambiental. Sistematizó las investigaciones y reivindicó el trabajo de campo.

A comienzos del siglo XX, durante el Congreso de Americanistas realizado en Argentina, tres yanquis (Holmes, Willis y Hrdlicka), cuestionaron y dieron por tierra la hipótesis de la alta antigüedad del poblamiento humano en Argentina propuesta por Ameghino. Esto desacreditó al evolucionismo y a la orientación naturalista, coincidiendo con el colapso del marco teórico evolucionista a nivel mundial.

La Primer Guerra Mundial dejó a la Argentina en un aislamiento teórico, metodológico y técnico. La interpretación arqueológica se apoyaba básicamente en la documentación escrita y los restos fueron asignados a momentos poco anteriores a la conquista española (lo que demuestra que los argentinos, desde el principio no más, no podemos inventar nada, todo tenemos que copiarlo).

Hubo un interés en la elite criolla por remarcar las tradiciones hispanas y criollas como forma de autenticar sus derechos frente a los inmigrantes. A ello se liga la creación de museos en el ámbito nacional (Museo de Ciencias Naturales de La Plata y Museo Etnográfico de Buenos Aires), intensificándose el acopio de material arqueológico. Ambos museos fueron a ser pioneros en la formación profesional de los arqueólogos por medio de cátedras y laboratorios de investigación.

Las primeras décadas del siglo XX se caracterizaron por un trabajo básicamente descriptivo, con pocas excavaciones, poco interés por los sitios superficiales e interpretaciones basadas en la documentación etnohistórica. Salvo la adhesión al positivismo decimonónico, no hubo clara definición teórica.

El vacío teórico permitió la entrada de la escuela Histórico-Cultural de Viena, sin mayores cuestionamientos, relacionándose bien con la ideología conservadora del primer gobierno de Perón, allá por la década del ‘40. Varios profesionales locales (Aparicio, Palavecino y Márquez Miranda) fueron desplazados de sus cargos por cuestiones políticas, por exiliados llegados de Alemania, Austria e Italia (“Nazis. I hate these guys!”). En la Universidad de Buenos Aires entraron Menghín y Bórmida.

Este marco teórico es esencialmente antievolucionista, antiracionalista y racista. Exceptuando algunos postulados de Imbelloni, siempre fueron muy eurocéntricos. Se partía de un concepto de cultura como conjunto de normas compartidas que se reflejan y toman cuerpo en la cultura material, a través de conjuntos de objetos similares. El cambio cultural se explicaba solamente por la acción de mecanismos externos.

Con estos trabajos se reiniciaban las investigaciones en Pampa y Patagonia. La ubicación cronológica fue muy importante para poder realizar sucesiones culturales.

A mediados del siglo XX entran a la Argentina metodologías y aspectos culturales de USA, de la mano de A. R. González (Histórico-Cultural Norteamericano, Neoevolucionista, Ecología Cultural), que implicaron una alternativa a las propuestas del Histórico-Cultural de Viena.

González trajo la datación radiocarbónica, el uso de fotografías aéreas para prospección, técnicas de excavación estratigráficas intensivas y sistemáticas, uso de métodos estadísticos, estudio del entorno, estudios regionales, primeras secuencias regionales para el NOA y Sierras Centrales, acercamiento a las ciencias naturales como “disciplinas de apoyo”, reconocimiento de la profundidad temporal en nuestro territorio.

González, a su vez, introdujo una nueva visión en la arqueología: “el pasado aborigen es trascendental para el patrimonio cultural de la nación”. Actualmente, lo criticamos y lo tratamos de “dinosaurio teórico y metodológico”, pero seguimos utilizando los esquemas creados por él, y seguimos muchos de los caminos que trazó. Dudo que tengamos un exponente de la disciplina tan completo, y no creo que sea superado.

Cigliano, Cardich, Rizzo, Austral, Orquera, Sanguinetti de Bórmida, entre otros, fueron exponentes del Histórico-Cultural en los ’60 y ’70. Con el tiempo hicieron autocríticas, aunque la mayoría de las veces superficiales.

A comienzos de los ’70 aparecieron algunas instituciones del interior, como el Museo de Cachi (Salta) y el Instituto de Antropología de Córdoba. En estos años, los investigadores de Patagonia comenzaron a aplicar análisis estadísticos y tipológicos propuestos por F. Bordes. Se intensificó el trabajo de laboratorio afinando las estrategias descriptivas de materiales líticos e incorporando análisis de significación funcional.

En la misma época surgieron las primeras explicaciones adaptativas alrededor de problemáticas de las regiones pampeana y patagónica. Estos momentos se caracterizaron por el extremo cientificismo del trabajo arqueológico. Continuó la distancia entre “sujeto” y “objeto” de investigación.

Con el golpe militar de 1976 se cerraron carreras de antropología y arqueología, así como también “desaparecieron” estudiantes y profesionales. Poco antes de las dictadura entraron algunos nuevos enfoques de la “Nueva Arqueología” norteamericana y las propuestas teórico-metodológicas de los franceses. Estos no llegaron a enseñarse en las universidades, pero comenzaron a significar una clara oposición a los lineamientos Histórico-Culturales. El enfoque Ecológico-Sistémico tuvo una importante repercusión en el estudio de sociedades cazadoras-recolectoras.

Recién en la década de 1980 tuvieron real repercusión en los ámbitos universitarios y de investigación, dichas innovaciones. Se incorporaron los aportes de la “Ecología Humana”, la “Arqueología Espacial”, la “Tafonomía”, la “Etnoarqueología”, la “Etnohistoria”, la economía y los estudios sobre “formación de sitios”.

A partir de 1983 varios profesionales recuperaron sus antiguas cátedras. Se logró un mayor apoyo estatal a la investigación arqueológica y social. Surgió una revalorización de lo autóctono, de la identidad Argentina-Latinoamericana, sin ser nacionalista a ultranza. Hay un generalizado acercamiento a la Nueva Arqueología. El Neopositivismo Lógico con su método hipotético-deductivo pasó a ser el paradigma dominante.

Se hizo claro énfasis en los aspectos adaptativo-funcionales. El concepto de adaptación o de estrategia adaptativa ha guiado a la mayoría de las investigaciones. Esto implicó el mayor uso de elementos teórico-metodológicos de otras disciplinas como la ecología y la antropología biológica.

De forma paralela al enfoque ecológico, se revalorizó la evidencia arqueológica superficial, incorporando también el estudio de los “no-sitios”. Dentro de la llamada “Arqueología Distribucional”, el registro arqueológico es tomado como un continuo espacio-temporal, con picos de densidad, que toman en cuenta los procesos post-depositacionales.

El día de hoy, la arqueología argentina es un bodrio de marcos teóricos, metodologías de investigación y temas investigados, lo cual está genial. Conviven un sinfín de posturas, desde las que ya tienen unos ochenta años hasta las que se le ocurrió a un amigo que vi esta tarde.

De acá a diez años, les cuento que salió de todo esto.